La ciencia del estrés y su impacto en tu salud

El estrés es una respuesta natural del cuerpo ante los desafíos y exigencias de la vida diaria. Como mujeres, nos enfrentamos a múltiples responsabilidades: carrera profesional, familia, relaciones personales y autocuidado, lo que puede generar niveles significativos de tensión en nuestras vidas. Pero, ¿qué ocurre realmente en nuestro cuerpo cuando experimentamos estrés? ¿Y por qué algunas situaciones nos afectan más que otras? Son algunas interrogantes que podrás responder al conocer sobre la ciencia del estrés y su impacto en tu salud.

¿Cuál es la ciencia del estrés y su impacto en tu salud?

El estrés es, fundamentalmente, un mecanismo de supervivencia. Según la Asociación Americana de Psicología (APA), se trata de «una respuesta fisiológica y psicológica a una situación que percibimos como desafiante o amenazante» (APA, 2023). Este mecanismo evolutivo ha sido crucial para nuestra supervivencia como especie.

Cuando nos enfrentamos a un desafío, nuestro sistema nervioso simpático (SNS) activa la respuesta de «lucha o huida», una reacción instantánea que nos prepara para afrontar el peligro o escapar de él. Lo curioso es que nuestro cuerpo no distingue entre tipos de amenazas: la respuesta fisiológica ante un peligro físico real (como encontrarnos con un depredador) es prácticamente idéntica a la que experimentamos al enfrentarnos a una presentación importante en el trabajo o al estrés financiero.

Las dos caras de la moneda

No todo el estrés es perjudicial. De hecho, los científicos distinguen entre dos tipos fundamentales:

Distrés: Es lo que comúnmente llamamos «estrés negativo». Incluye preocupaciones por las finanzas, problemas laborales, conflictos de pareja o familiares, o la sensación de estar sobrepasadas por las responsabilidades cotidianas.

Eustrés: Es el llamado «estrés positivo». Se produce ante situaciones estimulantes que nos motivan a crecer: preparar un examen que nos permitirá avanzar en nuestra carrera, organizar un evento especial, o anticipar momentos vitales como una boda o la compra de una vivienda.

El Dr. Hans Selye, pionero en la investigación del estrés, afirmó que «no es el estrés lo que nos mata, sino nuestra reacción al mismo» (Selye, 1956). Esta perspectiva invita a reconsiderar tu relación con la ciencia del estrés y su impacto en tu salud, desarrollando una mentalidad más equilibrada frente a las presiones cotidianas.

Las tres fases de la respuesta de estrés en nuestro cuerpo

1. La etapa de alarma: La activación inmediata

Cuando percibes un factor estresante, tu cuerpo activa una cascada de respuestas:

  • El sistema nervioso simpático se pone en marcha.
  • Las glándulas suprarrenales liberan hormonas como el cortisol y la adrenalina.
  • Experimentas cambios físicos inmediatos: aumento del ritmo cardíaco, respiración acelerada, sudoración y elevación de la presión arterial.

Según un estudio publicado en el Journal of Physiological Sciences, esta primera fase está diseñada para proporcionarnos energía de emergencia y recursos para enfrentar la amenaza inmediata (Yaribeygi et al., 2017).

2. La etapa de adaptación/resistencia: la persistencia

Tras la respuesta inicial, tu cuerpo intenta regresar al equilibrio. Sin embargo, cuando las situaciones estresantes se vuelven crónicas o demasiado intensas, permaneces en un estado de alerta prolongado. Con el tiempo, tu organismo desarrolla cierta tolerancia a la presencia constante de hormonas del estrés, pero a un costo significativo. La Dra. Nadine Burke Harris, cirujana general de California, explica que «la exposición prolongada a hormonas del estrés puede tener efectos devastadores en múltiples sistemas corporales» (Harris, 2018). Esta etapa puede manifestarse como:

  • Alteraciones de tu estado de ánimo (irritabilidad, ansiedad, tristeza).
  • Problemas para conciliar el sueño o mantenerlo.
  • Presión arterial elevada y riesgo cardiovascular aumentado.
  • Cambios en tus patrones de alimentación y almacenamiento de grasa.
  • Dolores musculares y articulares recurrentes.
  • Disminución de la eficacia del sistema inmunológico.

3. La etapa de agotamiento: cuando los recursos se acaban

Si el estrés continúa sin periodos adecuados de recuperación, llegarás a la fase final: el agotamiento. En esta etapa, tus recursos de emergencia se habrán consumido y tu cuerpo comenzará a mostrar signos de colapso funcional. Un estudio publicado en Nature Reviews Endocrinology muestra que esta fase puede conducirte a problemas de salud graves tales como:

  • Fatiga crónica debilitante.
  • Trastornos de ansiedad y depresión.
  • Sensibilidad extrema incluso a pequeños factores estresantes.
  • Mayor riesgo de enfermedades autoinmunes y trastornos metabólicos.
  • Problemas digestivos crónicos.

Un circulo vicioso entre estrés y alimentación

Uno de los aspectos más relevantes del estrés para las mujeres entre 30 y 45 años es su impacto en nuestros hábitos alimenticios. Algo que debes tener en cuenta es que la relación entre estrés y alimentación es bidireccional: el estrés afecta cómo comes, y lo que comes influye en tu capacidad para manejarlo. Este es parte de la lógica de la ciencia del estrés y su impacto en tu salud.

Estrés agudo vs estrés crónico: efectos en el apetito

El estrés agudo (de corta duración) tiende a suprimir temporalmente el apetito en muchas personas. Esto se debe a que, durante la respuesta de «lucha o huida», el cuerpo desvía recursos desde el sistema digestivo hacia los músculos y el cerebro.

Sin embargo, según investigaciones publicadas en el Journal of Nutrition and Metabolism, el estrés crónico (prolongado) tiene el efecto contrario: aumenta el apetito, especialmente por alimentos ricos en grasas y azúcares (Torres & Nowson, 2018). Esto se debe principalmente a la acción del cortisol, la principal hormona del estrés, que:

  • Estimula el almacenamiento de grasa abdominal.
  • Aumenta los antojos por alimentos altamente calóricos.
  • Altera las señales de hambre y saciedad.
  • Promueve comportamientos alimentarios compulsivos.

La Dra. Susan Mason, investigadora de la Universidad de Minnesota, señala que «el estrés prolongado puede provocar que busquemos consuelo en alimentos que provocan una liberación rápida de dopamina, creando un ciclo de dependencia emocional hacia ciertos alimentos».

Cuando comes alimentos ricos en azúcares y grasas bajo estrés, se activa el sistema de recompensa cerebral, liberando dopamina y proporcionando una sensación temporal de bienestar. No obstante, con el tiempo, serás menos sensibles a esta recompensa, necesitando cantidades cada vez mayores para obtener el mismo efecto.

Este ciclo puede llevar a patrones de alimentación desordenados y contribuir al aumento de tu peso como ya hemos referido anteriormente. La región abdominal es una de las zonas críticas, incrementando así tu riesgo a desarrollar enfermedades metabólicas como diabetes tipo 2 y afecciones cardiovasculares.

Estrategias prácticas para gestionar el estrés de manera efectiva

Afortunadamente, existen múltiples enfoques basados en evidencia para manejar la ciencia del estrés y su impacto en tu salud, rompiendo ese ciclo negativo con la alimentación. Te comparto algunas de estas estrategias, especialmente adaptadas para mujeres con vidas ocupadas:

1. Alimentación consciente para combatir el estrés

Una dieta equilibrada rica en alimentos antiinflamatorios contrarrestará los efectos negativos del estrés en tu cuerpo. Según la Dra. Uma Naidoo, psiquiatra nutricional de Harvard, debemos priorizar:

  • Alimentos ricos en ácidos grasos omega-3 (pescados grasos, nueces, semillas de lino) que combaten la inflamación asociada al estrés crónico.
  • Frutas y verduras coloridas que aportan antioxidantes que protegen el cerebro del daño oxidativo.
  • Probióticos y prebióticos que nutren la microbiota intestinal, clave en la producción de neurotransmisores reguladores del estado de ánimo.
  • Proteínas magras que proporcionan los aminoácidos necesarios para la síntesis de neurotransmisores.
  • Hidratos de carbono complejos que estabilizan los niveles de azúcar en sangre y mejoran el estado de ánimo.

2. Prácticas de mindfulness y conexión mente-cuerpo

La investigación muestra que las prácticas de atención plena reducen significativamente los niveles de cortisol. Un análisis publicado en JAMA Internal Medicine demostró que la meditación regular puede disminuir los síntomas de ansiedad hasta en un 30% (Goyal et al., 2019). Algunas prácticas recomendadas incluyen:

  • Meditación diaria: incluso 5-10 minutos pueden marcar una diferencia significativa.
  • Yoga o tai chi: combinan movimientos suaves con una respiración consciente.
  • Técnicas de respiración profunda: la respiración diafragmática activa tu sistema nervioso parasimpático, contrarrestando la respuesta de estrés.

3. Organización y gestión del tiempo

Para muchas mujeres, la sensación de estar constantemente sobrepasadas es una fuente principal de estrés. Mejorar la gestión del tiempo puede tener un impacto profundo, te dejo algunos tips que puedes poner en practica.

  • Priorización de tareas: identifica lo verdaderamente importante y aprende a delegar o eliminar lo que no lo es.
  • Bloques de tiempo dedicados: establece periodos específicos para tareas similares, reduciendo el desgaste de la multitarea.
  • Espacios de desconexión: programa momentos durante el día para desconectar completamente de dispositivos electrónicos y responsabilidades.

4. Conexión social y apoyo emocional

Un estudio longitudinal de Harvard que ha durado más de 80 años ha demostrado que la calidad de las relaciones personales es el predictor más poderoso de la salud física y mental (Waldinger & Schulz, 2022). Se concluyó que mantener relaciones significativas:

  • Reduce los niveles de hormonas del estrés.
  • Aumenta la producción de oxitocina, una hormona que promueve la relajación.
  • Proporciona recursos emocionales para enfrentar situaciones difíciles.

5. Actividad física regular adaptada a tu estilo de vida

El ejercicio es uno de tus antídotos más potentes contra el estrés, agunos de sus beneficios son:

  • Libera endorfinas, neurotransmisores que mejoran el estado de ánimo.
  • Reduce los niveles de cortisol y adrenalina.
  • Mejora la calidad del sueño, fundamental para la recuperación del estrés.
  • Aumenta la sensación de autoeficacia y control personal.

Lo importante es encontrar un tipo de actividad que disfrutes y que puedas mantener de forma consistente, ya sea caminar, nadar, bailar o practicar un deporte específico.

Enfoque personalizado para el manejo del estrés

El estrés es una parte inevitable de la vida moderna, especialmente para las mujeres que equilibran múltiples roles y responsabilidades. Sin embargo, comprender sus mecanismos y desarrollar estrategias personalizadas para gestionarlo marca una gran diferencia en nuestra salud física y emocional. Como señala la Dra. Kelly McGonigal, psicóloga de Stanford y autora de The Upside of Stress, «no se trata de eliminar el estrés por completo, sino de cambiar nuestra relación con él y desarrollar recursos para responder de manera más adaptativa» (McGonigal, 2022).

Recuerda que determinar cómo aliviar el estrés es una decisión profundamente personal. Lo que funciona para otra persona puede no ser efectivo para ti. La clave está en la autoexploración consciente, la paciencia y la consistencia. Al encontrar tu propio conjunto de herramientas para manejar el estrés, estarás invirtiendo en tu bienestar presente y en tu salud a largo plazo.

¿Qué estrategia para manejar el estrés te gustaría intentar primero? Comienza con pequeños cambios consistentes y observa cómo tu cuerpo y mente responden positivamente con el tiempo. Déjame saber como te fue con este tema en la sección de comentarios. Conocer tus necesidades me ayuda a brindarte mejores contenidos.

Referencias:

American Psychological Association. (2023). Stress effects on the body. 

Goyal, M., et al. (2019). Meditation programs for psychological stress and well-being. JAMA Internal Medicine, 174(3), 357-368.

Harris, N. B. (2018). The Deepest Well: Healing the Long-Term Effects of Childhood Adversity. Houghton Mifflin Harcourt.

Mason, S., et al. (2021). Stress and eating behaviors: Implications for obesity. Current Obesity Reports, 10(1), 1-13.

McGonigal, K. (2022). The Upside of Stress: Why Stress Is Good for You, and How to Get Good at It. Avery.

Selye, H. (1956). The Stress of Life. McGraw-Hill.

Torres, S. J., & Nowson, C. A. (2018). Relationship between stress, eating behavior, and obesity. Nutrition, 23(11-12), 887-894.

Waldinger, R. J., & Schulz, M. S. (2022). The Good Life: Lessons from the World’s Longest Scientific Study of Happiness. Simon & Schuster.

Yaribeygi, H., et al. (2017). The impact of stress on body function: A review. EXCLI Journal, 16, 1057-1072.

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    Hola,
    soy Rossana

    Lidiaba con varias condiciones crónicas, tomando medicamentos para sentirme mejor, pero nada me curaba. Aunque desde afuera parecía que todo estaba bien, por dentro me sentía agotada y vacía, como si me estuviera apagando lentamente. Sin respuestas claras y sin motivación para seguir, mi vida se tornaba cada vez más oscura.